Leí hoy en ElPaís.com un titular que me dejó helado y boquiabierto: “Miguel Ríos dice adiós rodeado de amigos”. Mi mente se disparó y el primer pensamiento fue trágico: algo le ha pasado y se muere. ¡¡Horror!! Pero recuperé la cordura justo a tiempo para leer el subtítulo: “El rockero inicia su última gira en la sierra de Gredos”.
¿Última gira? Tan mal no está entonces… ¿Se retira? ¿Pero eso no es posible? ¿Pero qué es lo que le pasa? Y entonces, lentamente, se despertó el lado matemático de mi cerebro (una zona pequeña, lenta y con poco uso) para hacer cuatro cálculos de tremenda complejidad y descubrir así que el tiempo pasa y no perdona ni a los ídolos de juventud. Tantos años estudiando y nadie nos dijo que esa ciencia exacta pudiera hacernos sentir de pronto tan tristes y desgraciados, sin protección alguna ante la repentina visión del cruel zarpazo que el tiempo y el destino dibujan sobre nuestras vidas.
Porque, sí, es cierto que nos duele que se retiren los que son o fueron alguna vez nuestros cantantes favoritos. Pero en el fondo, seamos sinceros, lo que más nos duele es comprobar como nosotros mismos envejecemos y ya nunca más seremos aquellos quinceañeros que cantábamos sus canciones y teníamos toda la vida por delante y un mundo por descubrir.
Disfrutemos, pues, con toda la intensidad que se merece cada minuto, cada sorbo de esta vida que casi siempre es demasiado breve para poder saborear y aprender todo cuanto nos ofrece.
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